Ramón Bilbao
Nombre.- Ramón Bilbao Reserva del
2008.
Uva.- Tempranillo 90%,
Graciano y Mazuelo 10%
Denominación de Origen.- Rioja
(Haro, Logroño)
Precio de mercado.- Sobre 12
euros
Este es uno de esos vinos que
tenemos en el botellero de casa, en el mini bar del mueble del salón, o en una
cajita con sus utensilios para abrir el vino que nos lo regalaron alguna vez.
Tenemos varios esperando su oportunidad para tomárnoslo y los dejamos meses esperando una ocasión para descorcharlo
y a veces se pasan ahí años. Este vino
es uno de esos. Aunque a mi también me lo regalaron, he esperado poco para abrirlo, en la primera ocasión que he tenido, lo he
descorchado para disfrutar de el, haciendo con ello válida la máxima del
encabezado donde decimos que el mejor vino siempre es el que se bebe.
Los 20 meses que indica su estancia
en barrica y los otros 20 en botella recomendaba una decantación y oxigenación,
así que puse en el decantador la mitad de la botella y esperé un ratín mientras
preparaba un pinchito para valorar posteriormente los taninos.
Servido en copa nos ofrece una
caída ágil, y rápida. No se si algo del ansia de catarlo que tenía me lo hizo
parecer. Pero, lo cierto es que tiene fluidez.
Ya con la copa servida
comprobamos esa fluidez. La balanceamos, que no giramos, lo hacemos levemente y vemos la caída por el interior de la copa. Ahí observamos que la misma es rápida y homogénea.
Uniforme. Eso puede indicarnos que en la boca lo tendremos también conjuntado.
Ahora visionamos la copa girándola 45 grados hacia abajo, ante algo
blanco preferiblemente. Si lo hacéis en un bar, hacedlo con disimulo. Miramos
el centro y luego el borde del vino. Esta visión nos ofrece una capa de
intensidad media color rojizo brillante, indicando la juventud de la uva. Y su
borde purpura que nos anima a sorberlo, taqmbién nos confirma la juventud de la uva
lo que nos puede ofrecer una dominación frutal.
Pues ea, acabados estos
preliminares visuales que son los que nos adentran es en la antesala del resto
de valoraciones, nos disponemos a olfatear su aroma.
Sin remover, una primera
inhalación nos ofrece claramente ese aroma a fruta fresca, a cerezas no maduras.
Removido a continuación en
círculos con suavidad pero con firmeza, realizamos un segundo olfateado. En
este caso me ofrece un olor mas aromatizado, podría ser a caramelo. Lo hace ya
apetecible.
Un tercer olfateo nos hace notar
el tiempo en barrica. Nos puede traer olores a la madrea que lo contuvo y a ese entorno de bodega donde se crió.
Pero recordad que estas
apreciaciones son personales y cada uno de vosotros podréis sentir otros aromas
semejantes por recuerdos que tengáis por diferentes motivos.
Por ejemplo ese aroma a madera
que digo, os puede recordar a la cocina de la casa del pueblo de vuestros
abuelos mientras se preparaba la cena. Como ejemplo. Y que vuestra memoria os haga recordar.
Ya con todas estas
consideraciones nos disponemos a dar el primer sorbo. Lo cierto es que la
espera se alarga y las ganas de saborearlo son cada vez mayores.
Como hemos hecho en otras
ocasiones un primer sorbo, aspirando líquido y aire a la vez, llenamos la concavidad
de la lengua y la fundimos contra el paladar bordeando la caída del vino por
nuestra lengua.
El paso por la boca es de
intensidad global, embriaga y da sensación de plenitud.
Aunque su gusto es dominante, resalta
el salado, pero no con fuerza, reafirmado el conjunto de ese sabor.
Podría denominarse como sabroso
salado.
Su retronasal, que lo tiene, que
es cuando expulsamos el aire tomado, nos vuelve a traer el aroma frutal que
redondea el paladar.
Con este primer sorbo ya nos da
ganas de tomar el pincho que habíamos preparado anteriormente, sin embargo, si somos capaces de aguantar un
poco, nos damos cuenta que la longitud de su sabor es largo y podemos ir
retomando sabores anteriores y saborearlo.
Después de tomarnos ese
pincho, volvemos a dar otro sorbo y así
comprobamos el tanino que resulta suave.
Tras una parada mientras se
preparaba la mesa, y pasado varios minutos, retomé la copa y procedía a oler
nuevamente y, en este caso me sorprendió un aroma a vainilla intenso que lo
hacía apetecible.
Deciros que estos aromas hay que
disfrutarlo en ese mismo instante, porque si no se hace, se pierde. Debemos
oler siempre antes de cada sorbo, porque son olores que emanan y se disipan.
Ya en la mesa y en los continuos sorbos
tomados mientras lo degustaba con la comida, se va observando que cada vez ese
tanino es más aterciopelado y sedoso, ganando gustosamente con cada trago.
Mejora con cada sorbo. Mola.
Con este vino, y como digo que
poco a poco va superándose durante la comida, se podría decir tanto que debe
acompañar una buena comida como que una
buena comida debe acompañarle a él, poniéndolo ambos a la misma altura.
Yo lo he tomado con solomillo
a la pimienta con pate y queso de cabra.
Y el pincho también de carne, con
unas albóndigas suaves en salsa.
Por supuesto también con el
queso. Pero no nos la darán con queso. Lo vale.
Va también muy bien con las
salsas especiadas.
Además recordaba la frase de
Prety Woman sobre las fresas y el champan.
En este caso es el vino el que realza los
sabores.
Me ha encantado.
Ya sabéis, si tenéis uno de estos
o similar en el botellero, abridlo y disfrutad de el.
Un saludo.
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