domingo, 16 de febrero de 2014

RAMÓN BILBAO


 

 



Ramón Bilbao

 
 

Nombre.- Ramón Bilbao Reserva del 2008.

Uva.- Tempranillo 90%,

Graciano y Mazuelo 10%

Denominación de Origen.- Rioja (Haro, Logroño)

Precio de mercado.- Sobre 12 euros

 
 
 
 

Este es uno de esos vinos que tenemos en el botellero de casa, en el mini bar del mueble del salón, o en una cajita con sus utensilios para abrir el vino que nos lo regalaron alguna vez. Tenemos varios esperando su oportunidad para tomárnoslo  y los dejamos  meses esperando una ocasión para descorcharlo y a veces se pasan ahí años.   Este vino es uno de esos. Aunque a mi también me lo regalaron,  he esperado poco para abrirlo, en la  primera ocasión que he tenido, lo he descorchado para disfrutar de el, haciendo con ello válida la máxima del encabezado donde decimos que el mejor vino siempre es el que se bebe.

 

Los 20 meses que indica su estancia en barrica y los otros 20 en botella recomendaba una decantación y oxigenación, así que puse en el decantador la mitad de la botella y esperé un ratín mientras preparaba un pinchito para valorar posteriormente los taninos.

 

Servido en copa nos ofrece una caída ágil, y rápida. No se si algo del ansia de catarlo que tenía me lo hizo parecer. Pero, lo cierto es que tiene fluidez.

Ya con la copa servida comprobamos esa fluidez. La balanceamos, que no giramos, lo hacemos levemente y vemos la caída por el interior de la copa. Ahí observamos que la misma es rápida y homogénea. Uniforme. Eso puede indicarnos que en la boca lo tendremos también conjuntado.

 

Ahora visionamos la copa  girándola 45 grados hacia abajo, ante algo blanco preferiblemente. Si lo hacéis en un bar, hacedlo con disimulo. Miramos el centro y luego el borde del vino. Esta visión nos ofrece una capa de intensidad media color rojizo brillante, indicando la juventud de la uva. Y su borde purpura que nos anima a sorberlo, taqmbién nos confirma la juventud de la uva lo que nos puede ofrecer una dominación frutal.

 

Pues ea, acabados estos preliminares visuales que son los que nos adentran es en la antesala del resto de valoraciones, nos disponemos a olfatear su aroma.

Sin remover, una primera inhalación nos ofrece claramente ese aroma a fruta fresca, a cerezas no maduras.

Removido a continuación en círculos con suavidad pero con firmeza, realizamos un segundo olfateado. En este caso me ofrece un olor mas aromatizado, podría ser a caramelo. Lo hace ya apetecible.

Un tercer olfateo nos hace notar el tiempo en barrica. Nos puede traer olores a la madrea que lo contuvo y  a ese entorno de bodega donde se crió.

Pero recordad que estas apreciaciones son personales y cada uno de vosotros podréis sentir otros aromas semejantes por recuerdos que tengáis por diferentes motivos.

Por ejemplo ese aroma a madera que digo, os puede recordar a la cocina de la casa del pueblo de vuestros abuelos mientras se preparaba la cena. Como ejemplo. Y que vuestra memoria os haga recordar.

Ya con todas estas consideraciones nos disponemos a dar el primer sorbo. Lo cierto es que la espera se alarga y las ganas de saborearlo son cada vez mayores.

Como hemos hecho en otras ocasiones un primer sorbo, aspirando líquido y aire a la vez, llenamos la concavidad de la lengua y la fundimos contra el paladar bordeando la caída del vino por nuestra lengua.

El paso por la boca es de intensidad global, embriaga y da sensación de plenitud.

Aunque su gusto es dominante, resalta el salado, pero no con fuerza, reafirmado el conjunto de ese sabor.

Podría denominarse como sabroso salado.

Su retronasal, que lo tiene, que es cuando expulsamos el aire tomado, nos vuelve a traer el aroma frutal que redondea el paladar.

 

Con este primer sorbo ya nos da ganas de tomar el pincho que habíamos preparado anteriormente,  sin embargo, si somos capaces de aguantar un poco, nos damos cuenta que la longitud de su sabor es largo y podemos ir retomando sabores anteriores y saborearlo.

 

Después de tomarnos ese pincho,  volvemos a dar otro sorbo y así comprobamos el tanino que resulta suave.

 

Tras una parada mientras se preparaba la mesa, y pasado varios minutos, retomé la copa y procedía a oler nuevamente y, en este caso me sorprendió un aroma a vainilla intenso que lo hacía apetecible.

Deciros que estos aromas hay que disfrutarlo en ese mismo instante, porque si no se hace, se pierde. Debemos oler siempre antes de cada sorbo, porque son olores que emanan y se disipan.

 

Ya en la mesa y en los continuos sorbos tomados mientras lo degustaba con la comida, se va observando que cada vez ese tanino es más aterciopelado y sedoso, ganando gustosamente con cada trago. Mejora con cada sorbo. Mola.

 

Con este vino, y como digo que poco a poco va superándose durante la comida, se podría decir tanto que debe acompañar  una buena comida como que una buena comida debe acompañarle a él, poniéndolo ambos a  la misma altura.

 

Yo lo he tomado con solomillo a la pimienta con pate y queso de cabra.

Y el pincho también de carne, con unas albóndigas suaves en salsa.

Por supuesto también con el queso. Pero no nos la darán con queso. Lo vale.

Va también muy bien con las salsas especiadas.

 

Además recordaba la frase de Prety Woman sobre las fresas y el champan.

En este caso es el vino el que realza los sabores.

 

Me ha encantado.

Ya sabéis, si tenéis uno de estos o similar en el botellero, abridlo y disfrutad de el.

Un saludo.

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